Desde la llegada del mundo industrial y cibernético, el desarrollo del diseño gráfico, tanto manual, como por ordenador, o cibernético, está cobrando un auge y desarrollo pocas veces logrado y visto. Cantidad de jóvenes diseñadores trabajan para el mundo publicitario, comercial e industrial, entre los que no es fácil encontrar diseños, logotipos o marcas que aporten demasiadas novedades al producto ofertado. Hay pocos creadores, en sentido estricto. Hay demasiada banalidad y subproducto en el mercado. Entre los valores emergentes en el diseño por ordenador destaca Jon Fernández Martija (Donostia, 1977), que presenta una buena colección de diseños en El cohete (Ramón y Cajal, 3. Donostia) con un fuerte aroma del constructivismo ruso y racionalismo de la Bauhaus, y en el que predominan las líneas rectas y algunas curvas, cargadas de pocos o muchos colores, trazando sobrias y recias composiciones de coloridos poco usuales y atrevidos.
Destacan entre los primeros sus entramados en negros y grises, que a manera de teclas de piano, o azulejos entreverados componen sobrias composiciones de un acentuado cinetismo. Pero también, traza y juega con formas biomorfas, llenas a primera vista de colores primarios -rojos, azules, verdes, y amarillos-, o de arriesgados coloridos, que resultan a la postre sugerentes y llenas de vida. La mano del diseñador no duda, parece recia y firme y es hábil en la composición, en las formas y el colorido. Parece haber incubado las mismas hace tiempo y ahora parecen emerger raudas y profundas.
Pero es que además el autor es un ojo avezado también en el diseño fotográfico. Sus composiciones de ciudades como Nueva York, Viena, Londres o Donostia, siempre, o casi siempre, en blanco y negro, resultan atrayentes, llenas de soledad y silencio, casi al borde del minimalismo. Los pasajes y lugares de tránsito vehicular resultan sorprendentes, inquietantes, algo dadaístas.